Jose Hinojosa Bisso
  ENCUENTRO EN LA TERMINAL
 

ENCUENTRO EN LA TERMINAL

Medalla de Plata en el Certamen Cultural Leonciopradino 2019 Categoría III

Dedicada a mi hija mayor
 
 
Verónica sujetaba nerviosamente la mano de su marido, mientras el bus en el que viajaban avanzaba por la Variante de Pasamayo rumbo a la ciudad de Lima, en otros asientos sus hijos Alessandro y Daniel se entretenían jugando con sus dispositivos móviles, mientras que la pequeña Antonella veía un video de Youtube en una tableta. A Verónica no le preocupaban la velocidad del vehículo o las curvas del camino. Esa mañana al salir de Huacho sabía que unas horas después, en Plaza Lima Norte iba a vivir uno de los momentos mas importantes de su vida y eso la tenía muy nerviosa.
 
La dama cerró los ojos y su memoria se remontó medio año atrás. En aquel tiempo había viajado de urgencia al Perú junto a su esposo e hijos para asistir a los funerales en Huacho de su recién fallecido padre. Luego de las exequias su consorte y los niños volvieron a Santiago de Chile donde la familia radica desde hace más de dos décadas, mientras que ella se quedó para atender algunos asuntos legales y comerciales del difunto. Concluidos aquellos trámites y con la seguridad de que su madre se encontraba ya recuperada del doloroso trance vivido, decidió volver al vecino país sureño.
 
Generalmente se tiene la certeza que las acciones o decisiones propias serán fundamentales para lo que le acontezca a un individuo en el futuro y que las casualidades o el azar no van a influir sustancialmente en su vida, pero aquel día Verónica comprobaría en carne propia que ello no era así, que las casualidades pueden cambiar el futuro de cualquiera y que hasta las telenovelas mexicanas pueden estar basadas en hechos reales.
 
Estando a mas de 150 km del Aeropuerto Jorge Chávez y preocupada por llegar a tiempo a él, Verónica en lugar de utilizar un bus de línea, contrató el día anterior un servicio especial de taxi que la llevaría en dos horas al aeropuerto, sin embargo para su gran sorpresa el vehículo llegó excesivamente tarde a recogerla. La pericia del conductor hizo que se recuperara gran parte del tiempo perdido pero cuando parecía que todo saldría bien ocurrió lo impensable, una falla en el computador del coche hizo que este se detuviera a la mitad del camino y fuera imposible ponerlo en marcha.
 
Totalmente alterada y con su maleta al borde de la carretera, Verónica vio como pasaron varios vehículos de transporte público sin detenerse hasta que un cuarto de hora después un bus aceptó llevarla a Lima. Demás está decir que las posibilidades de llegar a tiempo ahora eran prácticamente nulas y así ocurrió. Para colmo y contradiciendo lo que es casi una norma en esta parte del continente el avión partió exactamente a la hora señalada y sin ella.
 
La protagonista de nuestra historia recorrió entonces los mostradores de las aerolíneas que vuelan a Chile encontrando solamente cupo para un vuelo de la mañana siguiente, decidiendo entonces volver a Huacho para acompañar por unas horas más a su entristecida madre. Ya nuevamente en la casa materna y aburrida por no tener algo que hacer, sintió el extraño impulso de revisar un maletín de cuero negro del difunto, que habían encontrado muy bien guardado en un ropero.
 
Sin prisa y con mucho interés, observó uno a uno los documentos de diversa índole que había guardados ahí, hasta que un papel amarillento con el membrete de una notaría llamó su total atención, en él se mencionaba que Verónica era hija de padre desconocido y se daba fe de la voluntad de quien era el esposo de su madre de reconocerla como hija legítima. Difícil es imaginar la tremenda sorpresa que se llevó Verónica ante tamaño descubrimiento, el correr donde su madre en busca de una explicación y la desilusión subsiguiente al negarse la madre a revelar la identidad del verdadero padre, aunque dejando entrever que este vivía en Lima, tenía esposa y también varios hijos.
 
Aquella noche Verónica no pudo conciliar el sueño pensando en lo que acababa de conocer acerca de su origen. Al día siguiente felizmente no tuvo inconveniente para llegar a tiempo al aeropuerto y abordar el avión que la llevaría a los brazos de su esposo e hijos, pero muchos sentimientos encontrados había en su corazón, estaba resentida con los protagonistas de esta telenovela de la vida real, con su padre biológico por no haberse hecho responsable de ella cuarentainueve años atrás y también con su madre y padre adoptivo por no revelarle la verdad de su origen por lo menos al cumplir la mayoría de edad. Sin embargo el tomar ahora conocimiento de su condición le permitió comprender algunas cosas, como el por qué no recibió de parte del padre el mismo cariño que este si les dio a sus hermanos o las notorias diferencias físicas que tenía con ellos.
 
Los meses pasaron rápidamente y a pesar de la insistencia con que solicitaba telefónicamente a su madre la verdad completa acerca de su origen, no pudo obtener ni una palabra más de ella. Esto no amilanó a Verónica quien había planificado otro viaje con la familia al Perú luego de las fiestas de fin de año, época en que la actividad de su negocio le permitía darse unas cortas vacaciones. Había explicado de la mejor manera a sus hijos que su verdadero abuelo existía y que sería difícil que la abuela les negara a los niños el derecho a conocerlo si ellos se lo pedían.
 
Verónica había llegado a Huacho la semana anterior con su esposo e hijos menores y justo como ella lo esperaba, su madre no pudo resistir el pedido de los niños de conocer al abuelo, procediendo a revelar aquel secreto oculto por medio siglo. Contó ella que en ese entonces tenía 21 años y había conocido a un joven universitario de 17, nieto del dueño de unas tierras en las que trabajaban varios familiares de ella. Dijo no recordar mucho de aquella corta relación, pero si estaba segura de que las cálidas noches de verano y el fácil verbo del muchacho hicieron su buena parte. Finalizado el verano, Carlos -que así se llamaba el joven- volvió a la capital y aunque años después retornó a la provincia, nunca más se volvieron a encontrar.
 
Al darse cuenta la madre de Verónica que estaba embarazada pensó en ponerse en contacto con Carlos por medio de sus abuelos, pero eran otros tiempos, ella había cumplido la mayoría de edad y el era un adolescente. Se avergonzó un poco y decidió hacerse cargo ella sola, pero luego de dar a luz a la niña conoció a un hombre mayor que se mostró muy interesado en la joven madre, le propuso matrimonio y el reconocimiento de la pequeña como hija propia, propuesta que ella aceptó de buen grado por supuesto. Este relato borró algunos de los sentimientos encontrados de Verónica, volviendo a sentir gratitud por quien le dio su apellido y la crió desde pequeña. Así también decidió iniciar de inmediato la búsqueda de su verdadero padre y cerrar ese círculo que no tenía por qué seguir abierto.
 
Desde la zona oeste de la capital y a bordo de un taxi, Carlos se dirigía a la terminal de buses de Plaza Lima Norte. Una gran inquietud le estaba haciendo perder su habitual aplomo. Dos días atrás había recibido una solicitud de amistad en Facebook de parte de una mujer cuyos nombres y apellidos le eran totalmente desconocidos, tampoco había con ella nexos referidos a centros de estudios o actividad profesional, sin embargo pudo notar que muchas de las amistades de ella llevaban apellidos bastante comunes en Huacho y Huaura, localidades de donde provenían la mayoría de parientes maternos de Carlos. Creyó entonces que podía ser algún pariente que no conocía y fue recién entonces que tuvo a bien aceptar la solicitud.
 
El día anterior y tal como acostumbraba a hacer después de almorzar, Carlos abrió nuevamente la red social sin imaginar que estaba a punto de recibir la sorpresa mas grande de toda su vida. La banal solicitud de amistad en Facebook había dado paso a un interesante mensaje de bienvenida, convirtiéndose luego en un inquietante chat con muchas interrogantes. Una mujer buscando la verdad acerca de su origen o mas directamente, una hija buscando a su padre. Carlos tenía buena memoria, había datos y fechas que coincidían, recuerdos que estaban en blanco y negro, y que acababan de adquirir color después de cinco décadas. El chat luego se convirtió en conversación telefónica y de inmediato hicieron planes para el encuentro de hoy.
 
Carlos fue el primero en llegar a la terminal, llamó al celular de Verónica y ella le informó que acababan de arribar, y se dirigían a su encuentro. Dicen que la sangre llama a la sangre y eso sintieron padre e hija. Estaba demás un examen de ADN. Las lágrimas de ambos brotaron al abrazarse. Valerio, esposo de Verónica, tenía el celular en la mano listo para perennizar el emotivo encuentro pero se congeló con la emoción y no capturó una sola imagen. Alessandro y Daniel contemplaban estáticos la escena y parecía que empezarían a llorar también. Entonces se escuchó la voz de la pequeña Antonella diciendo: ¡Mamá, mamá, yo también quiero abrazar a mi verdadero abuelo! Todos se pusieron a reír, la familia había crecido de un día para otro.
 
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