Jose Hinojosa Bisso
  COLEGIO MILITAR ATENCION
 

COLEGIO MILITAR...ATENCION

 
Ser leonciopradino, es una esencia intima que se lleva por siempre, algo así como un discreto tatuaje o una vacuna para toda la vida. Está en la figura y en la sangre. El porte y la actitud no cambian jamás, sea cualquiera el lugar o las circunstancias en que uno se encuentre.
 
Nos contaba nuestro hermano veintiúnico, el Dr. Alejandro “Alito” Ríos Tenorio, que a fines de los sesenta había en Zaragoza una muy nutrida fraternidad universitaria del CMLP. Ex cadetes de siete promociones por lo menos. Una noche nada especial, una docena de ellos -algunos de los cuales hacían en España todo, menos estudiar- disfrutaban alegremente charlando bien y bebiendo mejor.
 
Ya pasada la medianoche recibieron el aviso que el bar estaba a punto de cerrar. De mala gana pagaron la cuenta y salieron pausadamente a la calle. Entonces uno de la XV o XVI que era notoriamente líder del grupo, marcialmente ordenó: ¡COLEGIO MILITAR…ATENCIOOONNN! De inmediato se cuadraron. ¡COLUMNA DE A DOS…CUBRIR! Entonces formaron, esperando la decisión del auto nombrado brigadier. El susodicho, al  igual que el resto, conocía bien el horario de todos los bebederos nocturnos de Zaragoza y volvió a ordenar ¡DIRECCION AL BAR DE MANOLO…MAAAARCHEN!
 
El silencio de la solitaria calle fue roto por el paso redoblado de los tambaleantes pero orgullosos ex cadetes leonciopradinos y el ¡UN…DOS…UN…DOS! del muy sazonado “brigadier”.
Todo hubiera estado bien, sino fuera por que se encontraban bajo el régimen franquista y había un reglamento estricto, donde tres era multitud y estaba restringida la libertad de reunión.
 
Ni bien habían recorrido una cuadra, recibieron el ¡ALTO! de parte de un sereno. Obedientemente y en seco se detuvieron. ¿Quienes son ustedes y que hacen marchando por la calle en la madrugada? Preguntó el sereno. Saludando militarmente, el “brigadier” respondió ¡SOMOS CADETES DEL COLEGIO MILITAR LEONCIO PRADO!
 
¿Como? dijo sorprendido el sereno. Un momento, nadie se mueve de aquí  hasta que venga la policía y averigüe a que fuerza de aire, mar o tierra pertenecen ustedes, exclamó. Y se fue en busca del teléfono más cercano.
 
Entonces la situación les desvaneció los humos de la borrachera y tomando cuenta cabal de que podían ir directo al calabozo, apenas se alejó un tanto el sereno, el “brigadier” ordeno: ¡COLEGIO MILITAR…ROMPAN FILAS!
 
Más rápido que inmediato y como si fuera una maniobra bien entrenada, se alejaron unos de otros y caminaron por las dos veredas.
Con la mirada al frente, como si no se conocieran, pero siempre llevando alto el pensamiento, recio el corazón y todos con el mismo rumbo…..EL BAR DE MANOLO.
 
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