Sin duda alguna que la Veintiuna rompió varias de las tradiciones del CMLP. No pasamos el clásico bautizo ni estuvimos internados mas de una semana. Aún están en nuestras mentes la despedida de la familia y amigos, que supuestamente no nos verían hasta el día de la madre. Pero gracias a las maravillas económicas que solo ocurren por acá, nos soltaron el día de nuestro supuesto internamiento. Pasamos unos días más, yendo y viniendo, recogiendo prendas, cuadernos y otras vainas. Hasta que sin darnos cuenta ya estábamos adentro.
Preocupado como todos, por el asunto del tradicional bautizo de perro. Me dirigí a Jorge Butler Blacker, monitor de tercero y vecino de barrio. Jorge para tranquilizarme me dijo: no te preocupes hermano, eres de la undécima, la de los enanos, tu pasa piola nomás. Y hasta padrino me consiguió.
Pasó el día sin consecuencias pero la paranoia del bautizo subsistía. Para ese momento ya sabíamos que al pobre Pareja le habían dado unas tabas 42, cuando el ya calzaba 46. El comando nos llegaba al suelo y nos faltaban pullovers y capotines. Pero ya nos conocíamos un tanto los compañeros. Había un “colorao” de apellido italiano y un negro de apellido inglés, tan vocingleros ambos que apostábamos quien de ellos nos haría pagar platos rotos en algún momento. Hasta que sucedió.
Alrededor de las 21.00, mientras Andrés Huguet Cadenas, nuestro monitor, andaba por el pabellón de 5to, se armó un barullo en los malacates, sapos todos, nos subimos a las ventanas y nos ganamos con una bronca entre uno de 5to. y otro de 4to., lo que como recuerdan estaba vedado a nuestros ojos.
Tan piñas como que Gerardo Félix andaba al lado nuestro, coincidió que el mas antiguo de los de abajo dijo: "Que miran esos perros carajo" justo en el instante que ante la bulla que hacíamos y eso hasta ahora no lo se, pues ni Alejandro Garibaldi Benza, ni Walter Bisbal Smith se dieron cuenta, uno de ellos gritó muy fuerte: "Calla mierda".
Por supuesto que había sido entre nos, pero anda a contarle ese cuento a una docena de vacas que se volvieron carnívoras. Subieron en tres segundos y nos metieron la pateadura del año, no hizo falta ni bautizo, al día siguiente cuando nos sobábamos hasta el pelo, el flaco Caldas ya había pedido su baja y varios lo estaban pensando.
Lo bueno de todo esto fue, que temprano nomás nos curamos del susto y a partir de ahí, ya nada nos dio temor.
A pesar de los mas de cuarenta años transcurridos, cada vez que me encuentro con nuestro querido hermano Walter, le vuelvo a preguntar si fue él o Alejandro, el culpable de nuestro bautismo de sangre.